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No solo importa la rentabilidad, también el riesgo

Fecha de publicación: 5 de febrero de 2025

Todos sabemos lo que es la rentabilidad de una inversión. A largo plazo la mejor forma de medirla es la rentabilidad anual. Una inversión que nos ha dado una rentabilidad del 7% anual, básicamente ha multiplicado por dos en diez años. Un inversor “come” o “vive” de la rentabilidad. ¿Por qué entonces es la volatilidad o el riesgo importante? ¿Por qué en Cartesio nuestro objetivo de inversión es hacerlo mejor en rentabilidad-riesgo que nuestro índice de referencia?

La volatilidad de un activo es una medida de riesgo. En términos estadísticos es la desviación típica del precio de un activo en términos anualizados. Es decir, cuál es la fluctuación media del precio de un activo respecto a su rentabilidad media. Una volatilidad del 20%, la volatilidad de la renta variable, indica que el activo puede subir o bajar un 20% respecto a la rentabilidad anual esperada. Una rentabilidad esperada del 6% se va a mover en una banda del 26% al -14% anual de media.

Nos gustaría olvidarnos de la volatilidad y concentrarnos sólo en la rentabilidad. La volatilidad es “ruido” y la “rentabilidad” es dinero. Por desgracia, la realidad no es así. Las decisiones que tomamos todos los días son ex ante, es decir sin saber a ciencia cierta lo que va a pasar. Elegir lo que ha pasado (ex post) para comparar decisiones que entrañan distinto nivel de riesgo ex ante, es peligroso y es engañarse al solitario.

Un ejemplo práctico y que no tiene nada que ver con los mercados. El trayecto Madrid-Valencia son 358 km que en circunstancias normales debería hacerse en 3 horas y 30 minutos a una velocidad media de 100km/h teniendo en cuenta paradas, semáforos etc. Es también posible hacerlo en un deportivo (nos olvidamos de las multas de tráfico por simplificar) y llegar en 2 horas y cuarenta minutos a una velocidad media de 150 km/h. Ex post (si llegamos sanos y salvos en ambos casos) siempre preferiremos hacerlo en el deportivo, el problema es que la probabilidad de tener un accidente serio es muy alta en el caso del deportivo. No estamos comparando viajes equivalentes. Los dos nos llevan de Madrid a Valencia, pero en el caso del deportivo el coste de hacerlo en menos tiempo puede ser muy alto.

Siempre hay que comparar la rentabilidad obtenida con el riesgo asumido para llegar a esa rentabilidad. Y la rentabilidad hay que compararla con el activo libre de riesgo, la letra del tesoro. Esto es lo que hace el ratio de Sharpe que calculamos en nuestros informes y que es nuestro objetivo de inversión: obtener un ratio de Sharpe (rentabilidad-riesgo) superior al de nuestro índice de referencia. En términos puramente financieros, un ratio de Sharpe bueno nos permite en teoría, aparte de convivir feliz y tranquilamente con nuestras inversiones, apalancar la inversión y obtener rentabilidades más altas al mismo nivel de riesgo que otras alternativas con un Sharpe más bajo. A fin de cuentas, esto es lo que uno hace a la hora de comprar un piso: endeudarse suponiendo que a largo plazo el activo va a alcanzar una rentabilidad por encima del coste del préstamo o la alternativa de alquilar. El ratio de Sharpe también nos permite comparar manzanas con manzanas, es decir ajustar la rentabilidad obtenida teniendo en cuenta la volatilidad asumida.

En el mundo real hay otra razón para tener en cuenta siempre la volatilidad de un producto o inversión. Nunca se sabe si el mercado se puede volver en contra de uno, afrontando pérdidas significativas en el corto plazo o que perduren en el tiempo. Es posible que, en ese momento de pérdidas, las noticias no sean las mejores o que la situación personal de uno atraviese un mal momento (las crisis suelen ser para todos). Esto puede llevar al inversor, que se había olvidado de la volatilidad y sólo le interesaba la rentabilidad, a vender en el peor momento posible. De hecho, está demostrado que, en los fondos más volátiles, los inversores (money weighted returns) obtienen peores rentabilidades que el producto en sí mismo (time weighted returns) porque se dejan llevar por momentos de euforia (compran cuando el fondo va muy bien) y pesimismo (venden cuando el fondo va muy mal).

Todos estos motivos hacen que la decisión de inversión sea algo más compleja que simplemente buscar el activo con más rentabilidad esperada. Es necesario tener en cuenta el plazo de inversión, la volatilidad de los activos y su Sharpe. Estos factores nos permitirán resistir momentos malos y evitar pérdidas patrimoniales por el camino. A fin de cuentas, lo importante es llegar.